lundi, février 26, 2007

In other words, I long for …

El parque estaba desierto, nada perturbaba la tranquilidad de la brisa en su eterno regateo a los árboles. Todo circulaba de manera equilibrada. El agua corría río abajo y el sol luchaba con la luna ya sabiendo quién sería el perdedor. Ella estaba acostada a la derecha del río, en el rol de atenta espectadora de la lucha natural entre los restos del día y las ganas de empezar la noche. Se encontraba acostada sobre una manta azul, recuerdo de su viaje a Pakistán el año anterior. Su cara tersa y aterciopelada se veía perturbada por un ligero rayo del sol que hacía de un rojo más intenso los tirabuzones dibujados en su pelo. Poco a poco se fue quedando dormida hasta que perdió el suave y dulce calor del sol. En ese momento con una ligera expresión de sorpresa en su cara se levantó, despacio, dobló la manta y la metió en su bolso marrón. Con cierta melancolía se dirigió hacia la ciudad, hacia su casa, hacia su jaula de oro, no sin antes dejar entre el agua una última mirada de tranquilidad y sosiego.

Cuando llegó a la puerta sacó las llaves y abrió, del mismo modo que abre todas las mañanas su tienda al otro lado de la calle, con ganas de enfrentarse a un nuevo día laboral, con ganas de superarse y con mucho ánimo de continuar con su ahora nueva vida. Desde que la puerta se entreabrió un olor diferente inundó sus sentidos y supo que algo no iba igual que siempre, que algo había cambiado durante su rutinario paseo.
Con un ligero suspiro terminó de abrir la puerta, vio al fondo su despacho, pero la silla negra del ordenador estaba girada como nunca la había dejado, hacia la ventana (nunca pudo sentarse hacia allí no porque no le gustara el hecho en sí, sino porque nunca le agradaron las vistas de hormigón que desde allí contemplaban). Sin darle mayor importancia e imaginando que habría sido una casualidad, terminó de cerrar la puerta dejó las llaves sobre la mesita de la entrada y colgó el bolso y el abrigo en el perchero. Fue hacia la cocina, como de costumbre, sin hacer el menor ruido para no perturbar las nuevas ideas que lo invadirían y para no hacer más hostil su convivencia. Dos días, dos días quedaban para su regreso y no había hecho nada que valiese la pena durante los tres meses que estuvo allí, nada, aparte de encontrar su pequeño rincón en el mundo.

Comenzó a hacer la cena encendiendo el fuego y poniendo sobre él un caldero con agua, esta noche tocaría espaguetis. Cuando abrió la nevera para sacar la salsa que tenía hecha vio un papel trabado por el pez que había traído de su casa, para al menos tener algo familiar entre tanta novedad. Sólo ponía JTA Siempre le habían gustado las intrigas y las sorpresas inusuales, pero nunca lo demostraba. Extrañada por esta segunda “pista” recorrió la casa hasta que llegó al dormitorio, últimamente reformado debido a su actual relación y allí encontró la respuesta. Sobre la colcha violeta que cubría la cama había otra nota, aunque esta vez parecía una carta al lado de un bombón, un botecito de colonia y una hoja de menta. Otro suspiro resonó en la habitación y un ligero escalofrío recorrió su cuerpo de los pies a la cabeza. Luchando contra sus miedos se sentó sobre esa cama en la que tanto había vivido y capturó entre sus manos todos aquellos “recuerdos” o “momentos”. Recordó todo antes de que se lo explicara en la carta. La colonia era por la que se habían conocido en aquella tienda, el bombón era su favorito y como ella siempre decía “su perdición” y la hoja de menta les encantaba a los dos porque con ella parecía demostrarse la frescura que cada día intentaban mantener en la lucha diaria, sin dejar de perder su identidad ni su esencia.

Tras varios minutos plagados de recuerdos, tuvo que bajar corriendo a sacar el caldero del fuego para luego retomar lo que había visto. Esta vez empezó por la carta, la abrió suavemente, rompiendo así el sello rojo que la precintaba y comenzó a leer. A cada línea su corazón se aceleraba más y más teniendo que parar a mitad de la misma, respirar y seguir leyendo. Cuando acabó lo comprendió todo, las ideas que habían inundado su mente durante todo este tiempo se habían ordenado como ella lo presintió desde un principio. En la carta se explicaba que todo tenía un fin, que todo dura un tiempo pero luego se acaba, como la vida. Que no estaba dispuesto a seguir en aquella rutina diaria porque aquella no era su vida, allí no se sentía cómodo, no por ella (que sabía que había cambiado para él desde hace tres días, sin saber el porqué) sino porque aquello era demasiado pequeño, demasiado insignificante, que ya lo conocía todo y no podía esperar nada nuevo de ello.

Una gota traviesa bajó desde los ojos, pasando por su cara y terminó cayendo en su escote. Su miedo, su temor, era real. Todas las preguntas estúpidas según ella, en le momento de conocerse eran hechos que tarde o temprano sabía que sucederían, y así fue.

Nada ocurrió esa noche ni los dos días siguientes, ella se fue dejando allí a su primer amor, a su primera experiencia, a su primera vida fuera de lo que ya conocía. Vendió la casa y la tienda en un tiempo recordé porque al estar en un lugar céntrico mucha gente esperaba la oportunidad. Y no volvió, nunca volvió a ese país, nunca contó su verdadera historia hasta que su primera hija le dijo que quería seguir sus pasos, nunca volvió a recordar aquellos tiempos, nunca volvió a recordar aquella tarde. Pero tampoco se desprendió de aquellas cosas que habían marcado un alto en su camino, las guardó como una parte de ella, como una parte de su corazón.




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1 commentaire:

AsDePiqas a dit…

Nice song. Nice metapher. Nice surrealism.