En el último día no vio a nadie, simplemente se dedicó a sí misma
Tras pasar 5 horas frente a las teclas fue a abrir la ventana
Ahora el agua de la lluvia hacía que la sangre de sus dedos fuera más escandalosa
Tocó y tocó hasta morir
morir desangrada de dolor
dolor porque nadie la escuchaba
vendredi, octobre 17, 2008
Rachel returns
Estos días he vivido entre interrogantes sin respuesta...
Y aunque no se si está bien o mal...
Y aunque no se si está bien o mal...
Soy superhipermegafeliz!
vendredi, octobre 10, 2008
mardi, octobre 07, 2008
2 + 0 = 20
Sin quererlo había soñado desde pequeña que cuando cumpliera 20 años se despertaría en una cama acolchada en medio de la nada. Se despertaría por un suave cosquilleo en el cuello y poco a poco, amanecería frente a sus ojos estando ella rodeada por la tenue luz de las velas.
Imaginaba que en la esquina de la mesa de noche estaría perfectamente colocado su libro de poesía favorito, que el móvil no tendría cobertura, que en su cuarto habría una gran estantería con todas las grandes obras de teatro que podía volver a leer una y otra vez sin parar; y que en el lado derecho de su cama había una suave almohada de plumas donde poder acurrucarse.
Siempre había pensado que ese día sería especial. Ese día no tendría miedos. Ese día podría, por fin, volver a vivir aquellos recuerdos que quisiera. Ese día daría un delicioso paseo sobre las nubes y se sumergiría en la inmensidad del océano.
Como en una película, el día que cumpliera 20 años, sonaría durante todo el día la banda sonora de su vida; un estilo, un ritmo, una melodía diferente dependiendo de los sentimientos de cada momento.
En su vigésimo día de vida los caminos no estarían delimitados, serían eternos y con unos pocos pasos podrías recorrer grandes distancias e inundarte de la flora de cada recóndito lugar.
Ese día cantaría y gritaría en la playa, en la montaña, en el bosque, en el desierto y en la ventana. Ese día no existirían coches, ni ningún medio de transporte, únicamente se podría ir a pie o en bicicleta.
Cuando cumpliera 20 años el mundo sería distinto.
Sólo el día que cumpliera 20 años.
Imaginaba que en la esquina de la mesa de noche estaría perfectamente colocado su libro de poesía favorito, que el móvil no tendría cobertura, que en su cuarto habría una gran estantería con todas las grandes obras de teatro que podía volver a leer una y otra vez sin parar; y que en el lado derecho de su cama había una suave almohada de plumas donde poder acurrucarse.
Siempre había pensado que ese día sería especial. Ese día no tendría miedos. Ese día podría, por fin, volver a vivir aquellos recuerdos que quisiera. Ese día daría un delicioso paseo sobre las nubes y se sumergiría en la inmensidad del océano.
Como en una película, el día que cumpliera 20 años, sonaría durante todo el día la banda sonora de su vida; un estilo, un ritmo, una melodía diferente dependiendo de los sentimientos de cada momento.
En su vigésimo día de vida los caminos no estarían delimitados, serían eternos y con unos pocos pasos podrías recorrer grandes distancias e inundarte de la flora de cada recóndito lugar.
Ese día cantaría y gritaría en la playa, en la montaña, en el bosque, en el desierto y en la ventana. Ese día no existirían coches, ni ningún medio de transporte, únicamente se podría ir a pie o en bicicleta.
Cuando cumpliera 20 años el mundo sería distinto.
Sólo el día que cumpliera 20 años.
vendredi, septembre 26, 2008
mercredi, septembre 24, 2008
mercredi, août 13, 2008
lundi, juillet 14, 2008
vendredi, juillet 11, 2008
Los milagros existen...
Al final los números, fórmulas, matrices y hasta JuanCa se han rendido ante mí!!!
ja! ja! y ja!
(Estoy super feliz! estoy super feliz! :D)
ja! ja! y ja!
(Estoy super feliz! estoy super feliz! :D)
jeudi, juillet 03, 2008
jeudi, juin 26, 2008
mercredi, juin 25, 2008
Garganta con arena
El día no amanece
La noche se hace larga
Ya vés,
A mí y a Buenos Aires
nos falta siempre el aire
cuando no está tu voz.
La noche se hace larga
Ya vés,
A mí y a Buenos Aires
nos falta siempre el aire
cuando no está tu voz.
lundi, juin 23, 2008
Dark butterfly
Amanecía de nuevo y lo único que encontraba al lado opuesto de la cama era el molde de su cuerpo. Aún las sábanas estaban calientes y olían a él.
Hacía mucho tiempo que no había percibido aquel olor. Hacía ya años que se le escapaba entre otros aromas. Aroma de perfumes de rosas, de esencias de azucena, de fragancia a nuez moscada,… Estaba al tanto de las tendencias de la ciudad dependiendo del olor que impregnaba su pelo cada noche.
Pero sólo hoy pudo descubrir su olor, su olor a manzana recién cortada.
Como casi todos los días de este mes se había levantado con ganas de cariño, de que alguien tocara el timbre, la tomara en sus brazos y le hiciera exquisiteces encima de ella, sobre aquella cama recién hecha. Pero era imposible. Ella era mujer de un solo hombre, de ese hombre que era de todas.
En la cocina se conformaba mojando magdalenas en el café para así imaginarse que al igual que aquella bola de harina y azúcar ella ahogaba aquel dolor del pecho que no le dejaba concentrarse en nada. ¡Cuanto deseaba poder disfrutar de un jugoso desayuno en su compañía!, pero ni los domingos podía porque tenía que salir muy temprano para llegar a tiempo de la reunión de la semana, cuyo principal objetivo era poner al tanto de las novedades al director general de la empresa en la que trabajaba todo el día y hasta algunas largas noches.
Se hacía la tonta, pero no lo era. Ella sabía muy bien a los lugares que iba desde la mañana a la noche. Conocía perfectamente la cita que tenía hoy a las 9 con su secretaria en su casa de campo y no precisamente para trabajar sobre el balance que tenían que entregar de aquí a dos semanas. Y no era por chismosa sino que lo notaba, lo veía en sus ojos como escrito en carteles luminosos, lo podía leer sin que hubiera una palabra o letra de por medio. Lo sabía, simplemente.
Siempre había pensado que era feliz así y de hecho lo era, pero de una forma un poco extraña. Ella había cedido. Hace cinco años él le había propuesto dejar todo e irse muy lejos, lejos de su vida pasada que tanto la atormentaba, sabiendo a lo que se arriesgaba. Hoy por hoy estaba sola y la única migaja de amor que quedaba en su vida era aquella manta turquesa que le regaló su madre cuando cumplió los 16 y el dulce recuerdo de un beso tibio que aún conserva en la comisura derecha de sus labios. Fuera no había amor. Ni en el baño, ni en la cocina, ni en el sillón del comedor. Estaba rodeada de frialdad y silencio. Mucho silencio.
Trataba día a día de consolarse con su corgi galés, “Golfi” para los amigos, que permanecía fiel a su paseo diario para ir a comprar el periódico. Tras llegar y darle un ligero vistazo a las primeras páginas se vestía para ir a trabajar de cajera en el supermercado de la esquina. Era su única entrada, con ella podía comer. Pero siempre ahorraba durante todo el año para en diciembre darse el lujo de poder asistir al concierto benéfico que organizaban en el teatro más lujoso de la ciudad. No se permitía ningún capricho, solo ese en todo el año.
Cada día de vuelta a casa se paraba en la gran puerta de madera, justo al lado de la escalinata, y con la mirada perdida imaginaba la que había sido su promesa con la vida, algún día poder salir a escena sobre aquellas tablas y regalarle a cada par de ojos que la observaran una pequeña mueca de felicidad. Pero pasados cinco minutos se pasaba la mano por la mejilla mojada y seguía rumbo a casa, dispuesta y feliz para esperar, con suerte, media tarde.
Se sentaba frente a la ventana y con el calor de Golfi sobre ella veía como se ponía el sol hasta quedarse dormida. Hoy la puerta se abrió a las diez y veinte. Golfi la despertó con un fuerte arañazo en la rodilla pero no le importaba y corrió a hacerse la entretenida ordenando la estantería.
Sin mediar palabra le acarició la cintura y le dio un beso en la mejilla como una pesada obligación. Ya no hacían falta explicaciones, ni palabras de perdón ni ninguna de esas falsedades. Sabía cada cual lo que quería hacer y así lo hacía. Mientras se bañaba recogió la ropa, la dobló y le sirvió la cena.
Comió y se acostó. No se había percatado que ella no había probado bocado desde por la mañana y que su rostro palidecía más y más a cada minuto que pasaba.
Ella en cambio se duchó rápidamente y se acostó junto a su hombro, sin tocarlo, sin molestarlo, simplemente quería verlo y oír su respiración serena. Así su corazón se calmaba y el pecho le dejaba respirar. De esta forma esperaba al día siguiente y cuando el reloj marcaba la media noche le daba en un susurro los buenos días y se quedaba dormida hasta bien entrada la mañana. Nunca había dejado de quererlo aunque no tuviera ni un cachito de su corazón, tenía su molde en la cama cada mañana y con eso se conformaba.
Hacía mucho tiempo que no había percibido aquel olor. Hacía ya años que se le escapaba entre otros aromas. Aroma de perfumes de rosas, de esencias de azucena, de fragancia a nuez moscada,… Estaba al tanto de las tendencias de la ciudad dependiendo del olor que impregnaba su pelo cada noche.
Pero sólo hoy pudo descubrir su olor, su olor a manzana recién cortada.
Como casi todos los días de este mes se había levantado con ganas de cariño, de que alguien tocara el timbre, la tomara en sus brazos y le hiciera exquisiteces encima de ella, sobre aquella cama recién hecha. Pero era imposible. Ella era mujer de un solo hombre, de ese hombre que era de todas.
En la cocina se conformaba mojando magdalenas en el café para así imaginarse que al igual que aquella bola de harina y azúcar ella ahogaba aquel dolor del pecho que no le dejaba concentrarse en nada. ¡Cuanto deseaba poder disfrutar de un jugoso desayuno en su compañía!, pero ni los domingos podía porque tenía que salir muy temprano para llegar a tiempo de la reunión de la semana, cuyo principal objetivo era poner al tanto de las novedades al director general de la empresa en la que trabajaba todo el día y hasta algunas largas noches.
Se hacía la tonta, pero no lo era. Ella sabía muy bien a los lugares que iba desde la mañana a la noche. Conocía perfectamente la cita que tenía hoy a las 9 con su secretaria en su casa de campo y no precisamente para trabajar sobre el balance que tenían que entregar de aquí a dos semanas. Y no era por chismosa sino que lo notaba, lo veía en sus ojos como escrito en carteles luminosos, lo podía leer sin que hubiera una palabra o letra de por medio. Lo sabía, simplemente.
Siempre había pensado que era feliz así y de hecho lo era, pero de una forma un poco extraña. Ella había cedido. Hace cinco años él le había propuesto dejar todo e irse muy lejos, lejos de su vida pasada que tanto la atormentaba, sabiendo a lo que se arriesgaba. Hoy por hoy estaba sola y la única migaja de amor que quedaba en su vida era aquella manta turquesa que le regaló su madre cuando cumplió los 16 y el dulce recuerdo de un beso tibio que aún conserva en la comisura derecha de sus labios. Fuera no había amor. Ni en el baño, ni en la cocina, ni en el sillón del comedor. Estaba rodeada de frialdad y silencio. Mucho silencio.
Trataba día a día de consolarse con su corgi galés, “Golfi” para los amigos, que permanecía fiel a su paseo diario para ir a comprar el periódico. Tras llegar y darle un ligero vistazo a las primeras páginas se vestía para ir a trabajar de cajera en el supermercado de la esquina. Era su única entrada, con ella podía comer. Pero siempre ahorraba durante todo el año para en diciembre darse el lujo de poder asistir al concierto benéfico que organizaban en el teatro más lujoso de la ciudad. No se permitía ningún capricho, solo ese en todo el año.
Cada día de vuelta a casa se paraba en la gran puerta de madera, justo al lado de la escalinata, y con la mirada perdida imaginaba la que había sido su promesa con la vida, algún día poder salir a escena sobre aquellas tablas y regalarle a cada par de ojos que la observaran una pequeña mueca de felicidad. Pero pasados cinco minutos se pasaba la mano por la mejilla mojada y seguía rumbo a casa, dispuesta y feliz para esperar, con suerte, media tarde.
Se sentaba frente a la ventana y con el calor de Golfi sobre ella veía como se ponía el sol hasta quedarse dormida. Hoy la puerta se abrió a las diez y veinte. Golfi la despertó con un fuerte arañazo en la rodilla pero no le importaba y corrió a hacerse la entretenida ordenando la estantería.
Sin mediar palabra le acarició la cintura y le dio un beso en la mejilla como una pesada obligación. Ya no hacían falta explicaciones, ni palabras de perdón ni ninguna de esas falsedades. Sabía cada cual lo que quería hacer y así lo hacía. Mientras se bañaba recogió la ropa, la dobló y le sirvió la cena.
Comió y se acostó. No se había percatado que ella no había probado bocado desde por la mañana y que su rostro palidecía más y más a cada minuto que pasaba.
Ella en cambio se duchó rápidamente y se acostó junto a su hombro, sin tocarlo, sin molestarlo, simplemente quería verlo y oír su respiración serena. Así su corazón se calmaba y el pecho le dejaba respirar. De esta forma esperaba al día siguiente y cuando el reloj marcaba la media noche le daba en un susurro los buenos días y se quedaba dormida hasta bien entrada la mañana. Nunca había dejado de quererlo aunque no tuviera ni un cachito de su corazón, tenía su molde en la cama cada mañana y con eso se conformaba.
vendredi, juin 20, 2008
mardi, juin 17, 2008
Some Day
Algún Día
Algún Día llamaré a la puerta y me abrirás
Me dirás que ya era hora
y nos comeremos juntos una gran langosta
Algún Día llamaré a la puerta y me abrirás
Me dirás que ya era hora
y nos comeremos juntos una gran langosta
mercredi, juin 11, 2008
mardi, juin 10, 2008
surcos de caricias
Todo era tan bonito, tan romántico, tan poético,...
Parecía irreal el perfecto mundo que habíamos imaginado
Sensual, carismático y apasionado
Propio de una novela erótica
Hasta que no pude hacerlo, lo siento
todo tiene un límite y yo no puedo traspasar la barrera de lo imaginario y fantasioso...
no puedo plasmar de esa manera mi desenfreno
no puedo
perdoname
te quiero.
Parecía irreal el perfecto mundo que habíamos imaginado
Sensual, carismático y apasionado
Propio de una novela erótica
Hasta que no pude hacerlo, lo siento
todo tiene un límite y yo no puedo traspasar la barrera de lo imaginario y fantasioso...
no puedo plasmar de esa manera mi desenfreno
no puedo
perdoname
te quiero.
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